Menores extranjeros no acompañados, la atención necesaria para una población vulnerable
Julián Martín Domínguez, director del centro de protección de menores Tolosa Latour
Mi nombre es Julián Martín Domínguez y, como muchos de vosotras y vosotros, he tenido la suerte de ser parte de una familia acogedora en dos ocasiones. La primera fue de un niño de 7 años y la segunda, de una niña de 9. Además, he sido educador en el sistema de protección desde hace 45 años. Los últimos 14 años he estado en la dirección de un centro del sistema público de protección de menores. Es, por tanto, un honor para mí esta invitación a escribir que me ofrecen. Podré así compartir y transmitir brevemente mi visión de la protección pública de niños, niñas y adolescentes.
Desde esa perspectiva y con la mayor lealtad y respeto, quiero compartir estas letras que son fruto de mi reflexión y experiencia personal y, por lo tanto, nada dogmáticas. Creo que pueden aclarar la idea que algunas personas tienen de lo que a algunas personas les parece un “oscuro mundo” cuando oyen hablar de los centros de menores y del porqué una niña, niño o adolescente tiene que estar en él y hasta cuándo. Especialmente quiero que puedan servir a la promoción de la colaboración o al acogimiento de los niños, niñas y adolescentes que viven en los centros de protección.
Debemos empezar por el principio, por saber quién interviene para que se produzca la situación de internamiento del menor y de separación de la familia biológica. Para conocer lo más cercano a esas chicas y chicos: por qué están en situación de vulnerabilidad, por qué el entorno familiar o social les afecta de tal manera que llegan a situación de riesgo o desprotección. De todo ello se encargan los equipos de tratamiento familiar de los servicios sociales comunitarios de los ayuntamientos. Tras su intervención y sus estrategias de apoyo, ven difícil que la atención especial que requieren los menores no pueden ofrecerla ellos desde sus propios recursos y programas.
Una participación importantísima y cercana en este proceso la tienen también los colegios, los centros de salud, las policías y las fiscalías. Todas estas entidades y organismos utilizan el procedimiento de actuación ante situaciones de riesgo y desamparo de la infancia y adolescencia en Andalucía, el llamado SIMIA. Este procedimiento recoge pautas de actuación para poder detectar, notificar, valorar y registrar casos de los que se tenga constancia o se sospeche situaciones de maltrato físico, emocional, negligente y violencia sexual en el ámbito familiar. En función de la valoración y nivel de gravedad de cada caso, serán derivados a los servicios sociales comunitarios que decíamos antes, o, en caso de mayor gravedad, directamente al servicio provincial de protección de menores. Los profesionales técnicos de uno y otro ámbito disponen de un instrumento llamado Valórame, con el que ofrecen criterios técnicos del nivel de gravedad de la situación denunciada para poder tomar la decisión más adecuada y que, entre otras, pueda ser la separación familiar del niño, niña o adolescente y ofrecerle atención en una familia acogedora o en un centro de protección. Aquí, además, se tendrá en cuenta su edad. Es criterio normativo que no se acoja en un centro a menores de 7 años.
No es de menor importancia, y es de agradecer enormemente, la participación ciudadana en la detección del maltrato que sufren las niñas, niños o adolescentes. Muchas veces son las vecinas, vecinos o allegados quienes hacen uso del teléfono 900851818, en el que notifican gratuita y anónimamente esas situaciones que ponen en peligro la integridad de niños, niñas o adolescentes. Para ello también existe un teléfono, el 116111, de ayuda a la infancia y la adolescencia.
Mientras los técnicos estudian y preparan sus propuestas, en los centros estamos atentos a esa posible llamada comunicándonos el ingreso de un menor. Mejor me gusta llamarle el acogimiento, porque, comparto con los que así lo piensan, que un centro no tiene nada que ver con una familia acogedora, pero tratamos de que sea para el chico o la chica lo que más se le parezca.
Bueno, para referirse al niño, la niña o el adolescente del que hemos venido hablando habréis leído y visto unas siglas, NNA. Este menor llegó al centro de protección, tras la ruta manifestada, y convive en la actualidad con otros NNAs con apellidos: NNAENA. ¡Qué siglas más raras! ¿Verdad? Seguro que os sonará más el palabro MENAS (Menores Extranjeros No Acompañados). Lo importante, siglas aparte, es que no dejan de ser niños, niñas o adolescentes. Cierto es que desde la inmensa afluencia entre los años 2017 a 2019, esto colapsó el sistema de protección de menores en Andalucía y que en la actualidad una gran mayoría de los centros de los servicios de protección continúa dedicado a la atención de estos niños, niñas y adolescentes tutelados por la Junta de Andalucía. Cierto es que estos menores no tuvieron los protocoles Simia ni Valórame y por eso no son menos. Son niños, niñas o adolescentes, vulnerables que están solos, sin un “mal apoyo familiar”. Esto lo decía un compañero de trabajo en su defensa pues su situación es generadora de desamparo y merecedora de igual protección.
Sobre ellos quiero centrar la atención de los que estáis leyéndome, personas empáticas, solidarias, comprometidas, responsables… buenas personas de esta gran familia que conforman las familias acogedoras de Márgenes y Vínculos. A todas ellas aprovecho y traslado la invitación a derrochar el cariño y el apoyo familiar que habéis ofrecido a otras niñas y niños, o estáis pendientes de esa llamada del acogimiento o la colaboración en fines de semana o vacaciones. Sabéis del crecimiento y desarrollo personal que genera la familia y lo fácil que podría ser, porque estáis “entrenados” y gozáis de algo tan importante como es la entrega a los más vulnerables y desfavorecidos. Tenemos que darnos la oportunidad y ofrecérsela a todas las niñas, niños y adolescentes, estén en centros o con familias acogedoras, sean de origen migrante o no, a los de dentro y a los de fuera. Es decir, a los niños, niñas o adolescentes que necesitan salir del centro, por muy bien atendidos que estén, y enseñarles la grandeza de conocer y convivir en una familia que, sin duda, formara parte de su vida.
0 comentarios